Una de mis últimas y mejores experiencias de aprendizaje, fue cuando me formé como coordinadora pedagógica de la filosofía Reggio Emilia, en Italia. Hace pocos días, recordé la historia sobre los inicios de estas escuelas, que tiempo después, se convirtieron en las escuelas Reggio Emilia, reconocidas y respetadas mundialmente.
Luego de la segunda guerra mundial un grupo principalmente de mujeres, operarios de fábricas y granjeros, comenzaron a construir una escuela en Villa Cella, Italia, sin dinero, sin permiso Municipal ni autorización de las autoridades de educación, no tenían oficinas ni directores de construcción. Este grupo trabajó por las noches y durante los fines de semana, rescatando vigas de casas bombardeadas, arena del río y ladrillos donados por un granjero. Fue un grupo de mujeres y hombres que comprendieron que la historia podía ser cambiada si se tomaba posesión, comenzando con el destino de los niños y niñas.
Creo que más allá de las grandes diferencias, de alguna manera, las circunstancias actuales a nivel mundial, nos permiten comprender como los adultos tenemos la capacidad de adaptarnos en tiempos de crisis, solidarizarnos y abrir horizontes de pensamiento completamente nuevos.
En este preciso momento estamos tanto docentes como familias ajustándonos y modificando lo que hasta ahora no era una cuestión de análisis ni de discusión. La realidad nos ubicó en un lugar nuevo, desconocido, que conlleva dificultades pero también una gran oportunidad de crear una nueva experiencia educativa surgida de una circunstancia inesperada.
Confío en la colaboración entre las familias y el equipo docente, que toma decisiones difíciles, trata de superar obstáculos y se preocupa por la educación.
Mónica Alvariño, Kindergarten Head.
